El día que visitamos Las Vegas dividimos al grupo en dos comandos: Sergio y Enrique se quedaron visitando los casinos en detalle, y Marga y yo decidimos que no podíamos perdernos algunas de las maravillas naturales que rodean a la ciudad. Nos fuimos al Valley of Fire, el valle de fuego, un Parque Estatal a una horita en coche.
El Valley of Fire debe su nombre al color de sus rocas areniscas. Al llegar al parque detrás de una curva aparecen ya las primeras montañas rojas al fondo.
El Parque está muy bien organizado: tiene una carretera que pasa al lado de cada punto de interés, bien marcado y con parking cerca. Algunos puntos se pueden ver casi sin bajarse del coche, y en otros hay que andar un poquito. Ojo al agua y a la gorra, hacía un calor de mil demonios, y eso que era marzo.
Una de las cosas que más nos gustaron del Parque fue el contraste entre el rojo de las piedras y los diferentes verdes de los arbustos. Marga dice que estaban muy bien combinados. Yo, que solo veo los 12 colores de Carioca, lo definiría como "bonito".
En el valle se habían rodado también varias películas, como algunas escenas de 2001: Odisea en el espacio. A mí me flipó encontrar el Cañón de la Media Luna. Bueno, no era, pero se le parecía.
En el Parque estábamos prácticamente solos, especialmente a medida que iba cayendo la tarde. Era impresionante las masas que había en Las Vegas, y que a solo una hora de allí no hubiera casi nadie. Así podías disfrutar de las vistas en solitario.
El Parque tenía también restos prehistóricos: petroglifos, hechos por los indios que habitaron la zona. Aún no se ha averiguado qué significan, así que... ¿qué hice? Pues, evidentemente, fliparme de nuevo tratando de emular al Dr. Jones.
En fin, un parque muy majo. Una buena excursión para hacer en unas 4-5 horas desde Las Vegas si os han limpiado en los casinos.
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