miércoles, 2 de noviembre de 2011

Quiero mi bocadillo

Hoy os vamos a hablar de algo que nos sorprendió, gratamente hemos de decirlo, en Philadelphia. El sábado por la mañana nos desayunamos un perrito en un clásico puesto callejero, mítico de las pelis. Y luego no encontramos más, nos dió mucha pena. Peero, el destino vino a nuestro encuentro, y el lunes nos trajo una grasienta a la par que apetitosa sorpresa. Por toda la ciudad habían surgido cientos de puestecillos rancios para resolver el problema del apetito de miles de oficinistas con prisa.

Los puestos estaban montados en miniremolques que traían sus dueños y preparaban a primera hora. Y cada dueño se especializaba en un tipo de comida: hamburguesas, comida turca, perritos, y hasta los había especializados en fruta y postres.

Pero la estrella del mogollón, sin lugar a dudas, era el Philly Cheesesteak. El susodicho bocata está compuesto por carnaza que hacían en la plancha en un momento, con cebolla, y... bueno, no sé. Ahí desmigolaban todo, le hacían un revuelto que para qué, y luego llegaban los quesos y las salsas. Cada cual más difícil de pronunciar que el anterior. En las guías te recomiendan que los pidas "Whiz wit"(el wit viene de with), algo así como con queso Whiz, que no supimos nunca qué era. Incluso decían que si lo pronunciabas mal se ofendían (eso decía la guía), había hasta uno que decía en el letrero de su tienda: "En América, habla americano".



Armados de valor nos acercamos a uno de estos puestos para hacernos con uno de estos manjares. Cuando uno se acerca piensa: ¿cómo narices les entra tanta fanfarria en un puestico tan ridículo? Pues tienen todo organizadito, fíjate. Lo vamos a usar como cocina para el próximo campamento. Ríete tú de Ikea.



Cuando por el ventanuco apareció un Amish renegado pensamos: mierda, a ver si nos entiende. Se parecía al de la foto, no os creáis.



Todo fue bien hasta que nos dice: "¿Menes?". ¿Mande? Joder, ¿qué es eso? Como nos vio cara de póker, sacó de su escondrijo un bote blanco... mayonesa. Del Mayones a menes... aquí hablan fatal, la madre del cordero. Yo creo que al cuáquero le dimos pena porque éramos los únicos turistas en un kilómetro a la redonda. Menos mal, porque si no, con el hambre que tenía hubiera sido capaz de liarle ésta:

3 comentarios: